La quema incesante de combustibles fósiles está íntimamente relacionada con el cambio climático, desencadenando en muchos casos sequías que merman la energía hidroeléctrica y cielos nublados que atenúan la producción solar. Como un sistema energético insostenible, no solo ha puesto en peligro la vida del planeta, sino que también las propias energías renovables se han visto afectadas por el calentamiento global. No obstante, la carrera hacia un futuro más limpio sigue siendo imparable.

Energías renovables: continuidad y vulnerabilidades

A pesar de los desafíos climáticos, las energías renovables están en auge. En 2024 la capacidad renovable a nivel mundial experimentó un crecimiento récord de 585 gigavatios, lo que representa más del 90% de toda la nueva potencia añadida a nivel global y la tasa de crecimiento anual más rápida en dos décadas. La fuente de más rápido crecimiento fue la solar, constituyendo más del 73% del total de la nueva capacidad renovable añadida en 2023. Por su parte, las turbinas eólicas salpican las costas y las presas hidroeléctricas aprovechan los ríos, todo impulsado por una tecnología más asequible y la urgencia de reducir las emisiones contaminantes.

A pesar de lo anterior, esta expansión enfrenta obstáculos significativos. Las fuentes renovables dependen inherentemente de las condiciones meteorológicas, y el cambio climático está alterando estos patrones de forma impredecible. Por ejemplo, en 2023 la volatilidad climática perturbó la generación de energía global, con temperaturas que se dispararon 1,45°C por encima de los niveles preindustriales. Por ejemplo, la producción hidroeléctrica se redujo en más de un 50% en Sudán y Namibia debido a las lluvias inusualmente bajas. En China, que alberga el 40% de la capacidad eólica terrestre mundial, se vio un modesto aumento del 4% al 8% en 2023 por anomalías del viento, mientras que la India experimentó una disminución debido a vientos monzónicos débiles.

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Inteligencia climática y diversificación para la adaptación

Con el objetivo de garantizar la fiabilidad de las energías renovables en un mundo en constante cambio, la adaptación es clave. Hoy, se hace referencia a la necesidad de integrar la inteligencia climática, que implica la incorporación de pronósticos, datos y ciencia del clima en todos los niveles de la planificación energética. No es suficiente ya con mirar el pasado, sino que es fundamental prever cómo será el viento la próxima temporada y las precipitaciones del año siguiente.

Por otro lado, la Inteligencia Artificial (IA) está emergiendo como una poderosa herramienta con modelos de aprendizaje automático capaces de predecir fluctuaciones de recursos con mayor precisión, optimizando la transferencia de energía entre regiones y el almacenamiento en baterías.

Otra medida a destacar es la diversificación de la cartera energética. Depender de una única fuente renovable puede exponer a los países a los caprichos del clima, por lo que es esencial una combinación equilibrada de los distintos tipos de energías.

El futuro de la energía no solamente consiste en más paneles solares y turbinas eólicas, sino en asegurar que estos sistemas sean adaptables, resistentes y estén basados en la mejor ciencia climática disponible.

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“Creamos energía con la fuerza del viento”